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Alguien ha pintado un cuatro negro, invertido, con la base ancha, sobre cada una de las trece puertas de un edificio del distrito 18 de París. Debajo aparecen tres letras: CLT. El comisario Adamsberg las fotografía y titubea: ¿es una simple pintada o una amenaza?

En el otro extremo de la ciudad, Joss, el viejo marino bretón que se ha convertido en pregonero de noticias, está perplejo. Desde hace tres semanas, en cuanto cae la noche, una mano desliza incomprensibles misivas en su buzón. ¿Se trata de un bromista? ¿Es un loco? Su bisabuelo le murmura al oído: «Ten cuidado Joss, no sólo hay cosas bonitas en la cabeza del hombre».

Fred Vargas

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Fred Vargas

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Fred Vargas

Huye rápido, vete lejos

Traducción de Blanca Riestra

Título original: Pars vite et reviens tard

***

I

Y entonces, cuando las serpientes, murciélagos, tejones y todos los animales que viven en la profundidad de las galerías subterráneas salen en masa a los campos y abandonan su hábitat natural: cuando las plantas que dan frutos y las leguminosas empiezan a pudrirse y a llenarse de gusanos (…).

II

Los individuos en París caminan mucho más rápido que en Guilvinec. Hacía mucho tiempo que Joss lo había constatado. Cada mañana, los peatones fluían por la Avenue du Maine a una velocidad de tres nudos. Este lunes, Joss estuvo a punto de alcanzar los tres nudos y medio, al tratar de corregir un retraso de veinte minutos. Todo por culpa de los posos del café que se habían derramado en su totalidad sobre el suelo de la cocina.

Aquello no lo había cogido por sorpresa.

Joss comprendía desde hacía tiempo que las cosas están dotadas de una vida secreta y perniciosa. El mundo de las cosas estaba evidentemente repleto de una energía completamente concentrada en joder al hombre, a excepción quizás de algunas piezas del casco que no lo habían agredido nunca, según su memoria de marino bretón. El más mínimo error de manipulación provocaba a menudo toda una serie de calamidades en cadena, que podían ir del incidente desagradable a la tragedia, al ofrecerle a la cosa una libertad repentina, por mínima que fuese. El tapón que se escapa de los dedos constituye, en menor grado, un modelo básico. Porque un tapón suelto no viene rodando hasta los pies del hombre en modo alguno. Se ovilla tras la cocina, malamente, en busca de inaccesibilidad, como la araña, y desencadena para su depredador, el Hombre, una sucesión de pruebas variables: desplazamiento de la cocina, rotura del tubo de enganche, caída de utensilios, quemaduras. El caso de esta mañana había procedido de un desencadenamiento más complejo, inaugurado por un error benigno de lanzamiento que había provocado el debilitamiento de la bolsa de la basura, desplome lateral y desparramamiento del filtro del café por el suelo. Así es como las cosas, animadas por un sentimiento de venganza legítimamente provocado por su condición de esclavas, consiguen a su vez, en momentos breves pero intensos, someter al hombre a su poder latente, hacen que se retuerza y se arrastre como un perro, y no se apiadan ni de mujeres ni de niños. No, Joss no confiaría en las cosas por nada en el mundo, como tampoco confiaba en los hombres ni en la mar. Las primeras os roban la razón, los segundos, el alma y la tercera, la vida.